Nombres
Hoy estamos en Carrión de los Condes, luego de un par de jornadas monótonas a través de la meseta castellana. Las ‘autopistas del peregrino’ que han construido a lo largo de algunas rutas en Palencia y León agilizan el paso pero cansan el alma. Es como deslizarse lentamente en un mar de trigo recién cortado, en el cual de vez en cuando tose un auto o un camión. Algunos peregrinos prefieren caminar sobre el asfalto, supongo que convencidos de que el perecer a manos de un automóvil sería lo único que les sanaría los pies, o tal vez adormecidos por el discurrir de la meseta.
El Camino sigue, y aún estamos a más de 400 km de Santiago. Ya
sabíamos que no llegaríamos, y que León es el destino final del Camino este
año. El anticipar el final me deja un sabor intenso en la boca; no agrio ni
amargo, pero fuerte, como el de esos quesos de oveja que demandan un trago de
vino tinto que los complete. Voy a quedarme con las ganas de seguir, con las
ganas de continuar enhebrando relatos construidos con nombres singulares como
los pueblos que hemos atravesado. Sahagún nos espera mañana, y siguen lugares
con nombres tan improbables como Terradillos de los Templarios, Mansilla de las
Mulas, y al final León.
Y a ti que te animan los nombres sólo me nace contarte que los nombres
son palabras, y que hace rato que he trancado mi ventana para que en la noche
no entren ángeles malvados que me las roben. Las palabras, como las palomas,
tienen esa cualidad extraña de esparcirse sin disciplina, de ocupar espacios
que no les corresponde, de despertar deseos que no pueden saciar. Pero al menos
las palabras no cuestan. No llevan sangre, ni llagas, ni los pies hinchados.
Pueden volar como la nube que até a mi mochila para que me cubra del sol de la
meseta. Claro que podría pronunciar tu nombre con toda esa desesperación
extraña que matiza la soledad. Pero matar de gusto no es lo mismo que morir de
gana.
Así que aquí estoy. Con nuestro secreto a voces y a cuestas, pidiéndote
que me dejes mojar la pluma en tu corazón, cosa de seguir, amansando esta
llanura castellana que amenaza con volverse eterna sin tu abrazo. Palabra por
palabra, paso por paso, el Camino nos pasa, como la garra suave de Miguel
Hernández, cantando las esperanzas y llorando la poca fe.
‘Canto les esperances
i ploro la poca fe.’
Ramón Pelegero Sanchis, ‘Raimon’
7 de Octubre
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