La competencia
(JFN)
‘¡… y no nos pasó nadie!’-decía al celular un español al culminar, en Roncesvalles, lo que puede sea la etapa más dura de todo el Camino Francés, de St.-Jean a Roncesvalles. Estas reflexiones nos encuentran en Zubiri (‘el pueblo del puente’, en basque), y en efecto, el Puente es el Puente de la Rabia, donde Santa Quiteria aconsejaba atravesar el puente con animales tres o cuatro veces para prevenir (¿curar?) la rabia. Sus huesos ahora yacen a la base del puente, muerta de rabia, supongo. Y me llevan al tema de la competencia. Me preguntaba qué motivaría semejante comentario en el peregrino que les mencionaba. Supongo que esa sensación embriagadora de la competencia, de saber que somos más que el otro, que alguien, que algún otro. Parece minúscula la hazaña pensada así, y la es.
Y sin embargo la competencia, a veces confundida con la ambición, no siempre siembra desidia. Tomada en su sentido más directo, sería el contrario de acedia, o sloth, o la simple y bien conocida pereza. Que es, como bien sabemos quienes fuimos inculcados en la religión, uno de los siete pecados cardinales. Lo que me recuerda una de esas conversaciones triviales de bar en una cena hace unos días, cuando, motivado por los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cada uno pretendía definir en qué deporte uno habría podido, si el tiempo y la paciencia y el talento no fueran obstáculo, convertirse en atleta olímpico. Uno de los comensales avanzó la ‘heptatlón’, lo cual derivó en una pequeña discusión entre los académicos presentes acerca de cuáles deportes comprendía la heptatlón. Mi contribución a la discusión:
- ‘Heptatlón’, de donde yo vengo, se refiere al deporte de cometer los siete pecados capitales en menos de 24 horas.
Vaya de más añadir que no me considero candidato a medalla en dicho deporte, pero me apresuro a reconocer que no he sido siempre ajeno al pecado. Pensamiento que me devuelve rápidamente a Roncesvalles, y a una iglesia bellísima al pie de los Pirineos, que alberga peregrinos desde hace dos milenios, que cobija el Osario de Carlomagno y por la cual peregrinos de toda fe y nacionalidad pasan todos los años. Anoche, extraño en mí, sentí la necesidad de acercarme a la iglesia. Una ‘misa de peregrinos’ completó la oferta, y la tarde nos encontró escuchando a cuatro sacerdotes celebrando la Eucaristía con bastante solemnidad y decoro (excepto cuando al más joven le sonó el celular en el medio de una oración y no lo podía encontrar entre tanta sotana para apagarlo). Pero, me llamó la atención recordar el rol del pecado en todo esto. Si hasta Jesús (que era notorio por no quedarse sin palabras cuando la ocasión no necesitaba de milagro) lo reconoce: ‘No he venido por los justos sino por los pecadores’, mientras fraternizaba con pecadores de una y otra calaña. Así que no estamos sin esperanzas, me digo. Que hay pecado y pecado y el pecado cambia, como un camaleón, de tiempo en tiempo. Si hasta pensar fue pecado en nuestro paisito, allá en un pasado que aún recuerdo. Ya decía Alejandro Filio: ‘Vaya pues que está mano el pecado, si es pecado pensar’.
Y pensar pensamos, no queda duda, sobre todo en el Camino. Pensamos, por ejemplo, en por qué estamos aquí. Sobre todo después de la etapa de St.-Jean a Roncesvalles, unos 27 kms con una subida implacable a través de los Pirineos, agravada por una víspera en compañía de 40 hombres en un cuarto de albergue donde el que no roncaba olía como solo lo puede lograr quien ha estado mucho tiempo en la calle o hace economías con la higiene personal.
Una larga noche, seguida de un largo día, recompensado por el
paso a España, por abrevar en la Fontaine de Roland, por la sensación de estar
en camino, por reconocer en el paso de la montaña un jalón de los que hablaba
el otro día. Un primer jalón de los 21 que nos esperan, veintiún instancias
para reflexionar, para pensar dónde estamos y hacia dónde vamos y por qué.
Robando al poeta:
Unos dicen que el paso acertado suele darse tan solo una vez, me pregunto qué tanto han andado los que siempre han hablado de pie. (A.F.)
Pues habrá que empezar a andar para hablar con autoridad, para profesar sobre la vida nuestra y la de los demás. ¿Será eso el Camino? Vaya pues que está mano el pecado, si es pecado pensar.
Vaya pues que está mano el camino, si el camino es pensarte.
Unos dicen que el paso acertado suele darse tan solo una vez, me pregunto qué tanto han andado los que siempre han hablado de pie. (A.F.)
Pues habrá que empezar a andar para hablar con autoridad, para profesar sobre la vida nuestra y la de los demás. ¿Será eso el Camino? Vaya pues que está mano el pecado, si es pecado pensar.
Vaya pues que está mano el camino, si el camino es pensarte.
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