domingo, 5 de mayo de 2013

0. 1. Saint Jean au Pied du Port (JFN)

0. 1. Saint Jean au Pied du Port (JFN) 
 (25.7 kilómetros) 







Probablemente el día más tranquilo de todo el Camino empezó esta mañana temprano en un hotel cerca del aeropuerto de Biarritz, donde volé anoche desde Manchester. Un día diáfano y calmo, con un sol hermoso y sin viento que dan ganas de ponerse a caminar. Pero primero vienen los trámites. El tren de Bayonne a St.-Jean, la caminata a la Ciudad Vieja junto al grupo de peregrinos, la registración en el Accueil des Pèlerins, donde Monique, una voluntaria tan eficiente como implacable me envió al Albergue Municipal de Peregrinos. Yo le quería contar que la sola mención de ‘albergue municipal’ eriza los pelos de la espalda, el cuello y el oído medio a cualquier argentino nativo, pero no hubo caso. A mi pregunta de si había alternativas, su respuesta fue fulminante; ‘Sí, las hay, pero son más caras. Y Ud. es joven’. O sea, punto final. Así que pasaré la noche allí, en compañía de 175 otros peregrinos. Todo lo que comienza bien termina bien, me digo yo. A propósito de lo de joven. Si ese criterio vale yo debería dormir solo en el Albergue, ya que no he visto aún un solo peregrino que sea más joven que yo. La mayoría parece emprender este camino en esa etapa rara que trae la vida cuando merma la ambición y asoma el tedio, cuando decrece el ardor y despunta la reflexión. O sea, en la Edad Media de la vida. A lo que convendría sumar que la Edad Media también trajo el Renacimiento, así que habrá que esperar que esta nueva etapa también traiga, cuando ya el precipicio parezca inminente, un Gutenberg que permita que otros nos puedan leer, un Giordano que nos enseñe el valor de perder la vida por lo que se cree, un Lutero que nos convenza a hablar en el idioma de los demás, un Galileo que nos regale nuevas lunas. Todo un siglo para convencernos de que no somos el centro del Universo, que las estrellas no brillan para iluminar nuestro cielo, que los astros no propician ni salvación ni condena. Estas reflexiones me alcanzan mientras tomo ‘un verre de vin rouge’ en un pequeño restaurant de St.-Jean, mientras veo pasar por la vía principal a peregrinos y turistas. Es temprano todavía, y hago tiempo hasta que el Albergue abra y pueda dejar el monstruo de mi mochila a descansar en el ‘lit numéro 105’, como reza el billete que me escribió Monique. La tarde promete un paseo por los alrededores, cosa de ver los restos de un fuerte romano y ejercitar un poco los pies antes de la caminata mañana. Que va a ser larga y calurosa. Pero eso será mañana, y no hay nada más seductor que el mañana, quien, como el futuro, o nuestro futuro, todavía está por llegar. 
21 de Septiembre





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