jueves, 2 de mayo de 2013

1. Roncesvalles – Zubiri


1. Roncesvalles – Zubiri

     (21,5 Kilómetros)



 Llegamos a Zubiri a las 15 y 30 horas. Es el final de nuestra primera etapa. Mañana caminaremos 25 kilómetros hasta Pamplona. A pesar del pronóstico, el día ha sido espectacular. Muy soleado, aunque con mucha bruma hasta cerca de las 11,00 de la mañana.

Desayunamos en el bar del hostal Casa Sabina en Roncesvalles a eso de las 7,00 hs, con una multitud de peregrinos impacientes para iniciar la jornada. Algunos encaran el día con un afán claramente competitivo, como si el hecho de que nadie te adelante contase como algo especial. Otros, en cambio, se demoran en el armado de sus mochilas, en la charla anecdótica con sus vecinos, creando una pequeña fraternidad que - me imagino - irá creciendo con los días. Hay un cierto ambiente como de patio de colegio cuando ha faltado a clases la profesora de biología. El bar está atestado de peregrinos que tratan, en diferentes idiomas, de atraer la atención del dueño del local, una empresa harto complicada ya que sólo atiende él y una ayudante que no se encuentra demasiado familiarizada con la carta ni los precios. Con Julio y Laura sorteamos a una muralla humana y nos aproximamos a la barra, mostrando una fina disciplina adquirida en el uso del transporte público en Argentina, en el que conseguir un asiento en el autobús no es tarea que cualquiera pueda lograr. Con un movimiento de pinzas nos apoderamos de unos bancos, aprovechando que unos franceses salen a buscar a unos compañeros. Tratamos, al igual que el resto de peregrinos, de conseguir la atención de la ayudante o del dueño. La situación se parece a esas funciones de títeres que veíamos en la infancia, en las que gritábamos todos juntos 'aquí, aquí' o 'atrás, atrás!'.

Alguna vez leí que las situaciones de caos se resuelven espontáneamente, de manera impredecible y, dando razón a esa trivialidad, en la vorágine de esos minutos se incuba el desastre. En un cierto momento, el dueño exclama a viva voz, dos o tres veces:

- ¡Se han ido sin pagar! ¡Se han ido sin pagar! Joder con los Peregrinos; puta de peregrinos

Sale intempestivamente a buscar los malhechores y escuchamos a lo lejos sus gritos. Algo así como ‘Alto a la Guardia Civil’, ‘Bribones, tunantes’ o alguna otra frase más contundente y acorde al estado de ánimo del propietario. En el local crece una suerte de murmullo, que se va imponiendo sobre otras conversaciones. Imagínense, mis amigos, la situación: un ascensor sería más grande que ese bar y el entrecruzamiento de lenguas en la torre de Babel seguramente parecería una dificultad menor frente a los problemas de comunicación a esa hora de la mañana. Los americanos reclaman un numero de teléfono del transporte de equipajes, unos japoneses preguntan qué ocurre con el dueño y su ira repentina, un italiano protesta, se muerde el dedo índice  y amenaza con la vendetta, ya en un estado de desesperación, porque no logra que le sirvan un café, unos canadienses se desentienden del incidente y preguntan cómo conseguir un taxi, pero - supongo que ya se imaginan - la mayoría se indigna ante el agravio genérico, ante la imputación gratuita, a todos los peregrinos. Cuando regresa el dueño, su mueca de disgusto indica que no ha logrado encontrar a quienes se aprovecharon de su buena fe y, en represalia, maltrata sistemáticamente a todo Cristo que encuentra en este valle de lágrimas. Por ejemplo, Laura pide para desayunar un café y una fruta. La respuesta es:

- Esto no es una verdulería. Si quiere fruta, vaya un kilómetro y medio más abajo.

Pueden creerme que la mirada de Laura hubiese acojonado al mismo Ringo Bonavena y a 'Mano de Piedra' Duran conjuntamente. Un dragón de Komodo con dolor de muelas o un basilisco herido de muerte, hubiese dado menos miedo. Con Julio nos tenemos que interponer para que no estrangule al dueño del local y le recordamos que la peregrinación a Santiago de Compostela tiene muchas dificultades y que hay que guardar fuerzas para otras contingencias. Como dice Silvio Rodriguez, 'el que siga buen camino tendrá sillas peligrosas que lo inviten a parar'. Finalmente, la calma va retornando al bar, el dueño sigue de malas pulgas, pero al menos se reanuda el servicio de desayunos. Poco a poco, los peregrinos comienzan a abandonar el local. Todavía es de noche y el aire está cargado de humedad, de olores a pueblo pequeño, campos cultivados y animales de granja. Apuramos nuestro café con leche y pan con manteca; luego, con la luz incierta de la niebla temprana, arrancamos nuestro camino.



Iniciamos esta etapa con el rito de la foto que marca la distancia a Santiago. Casi 800 kilómetros, pero en ese momento todavía no tenemos genuina dimensión de lo que ello significa, del esfuerzo y la exigencia que esconde el camino. Luego, dejamos atrás un crucero (o cruz de piedra), del siglo XIV, que despide a los peregrinos y nos internamos en el bosque.



Vamos paso a paso, dejando que los robles, hayas, boj y otras muchas especies vayan susurrando sus cosas, animándote a seguir. Hay algo de mágico en esos bosques, antiguos, oscuros y, a esa hora de la mañana, con la niebla densa como la sangre, imponen un respeto ancestral. Como si hubiese algo que uno no sabe ni acierta a descifrar de qué se trata. Pienso que así debe ser la Salamanca; un lugar bello, inescapable y misterioso. 


                                 

A pocos kilómetros de camino, una cruz blanca, sencilla, como al pasar recuerda que ese era el lugar donde las autoridades quemaban a las brujas del lugar en el siglo XVI. Ese bosque, mis amigos, era una de las rutas famosas de la brujería en Navarra (había cuatro) y me lleva a pensar en la capacidad de interpelar a la naturaleza y lograr que ella responda a nuestros deseos e intereses. En principio, la idea no es muy diferente a lo que ocurre con la ciencia y seguramente el camino de la magia y de la ciencia fueron muchas veces juntos; al menos hasta que el poder de la iglesia condujo a una distinción errática y perversa entre la ciencia y la magia; una distinción que convalidaba la ideología oficial y exhibía una vez más la desconfianza instintiva de los hombres frente a los poderes incontrolables de la naturaleza. La magia fue el discurso reprobado, y surgió así una expresión infame (‘magia negra’), que traía consigo la desgracia y la hoguera. Hay mucho documento que atestigua la crueldad y estupidez de esos  - así llamado – ‘actos de fe'. Según consta en una placa explicativa en la iglesia de Burguete, lo que esos documentos  atestiguan es que en la mayoría de los casos las razones de la persecución eran disputas por cuestiones de propiedad, vecindad, familia o política. Vecinos contra vecinos, padres contra hijos, opositores y autoridades. Como dice el tango, 'el mundo fue y será una porquería, ya lo se...'.





Vamos dejando atrás diferentes pueblito (e.g., Burguete, Espinal), algunos señoriales y otros simples caseríos. Al mediodía llegamos a Linzoain, donde nos detenemos en el bar del pueblo. Allí coincidimos con un grupo bullicioso de 'Bicigrinos', una clase peligrosa, extraña, que representa un peligro para los desprevenidos peregrinos. En el Códice Calixtino, considerado como el primer libro de viajes, que aconsejaba mil años atrás a los peregrinos sobre la suerte y peligro del camino, las amenazas más graves eran los salteadores, ¡sobre todo en Navarra! En verdad, el Códice trata a los Navarro con adjetivos poco considerados. Los trata de borrachos,  impíos, traicioneros, dados a copular con animales y remata un largo párrafo señalando que por una moneda mata un Navarro. Con Julio protestamos enfáticamente ante ese párrafo, aunque reconocemos que lo de un tanto borrachines puede tener su grano de verdad. Seguramente, en la edad media los Navarros eran gente de temer ya que asaltaban a los peregrinos y les quitaban sus pocas pertenencias, pero los bicigrinos actualmente también hacen lo suyo. En general, son prácticamente lo único que conlleva alguna amenaza para los que transitan los senderos del Camino. Ellos viajan felices, gritando sus advertencias en diferentes idiomas y pasan raudos, adelantando en minutos lo que a los peregrinos le llevan horas de caminata. Ese ritmo, tal vez, otorgue algo especial a los 'bicigrinos', pero difícilmente sirva para que el Camino vaya transformando y modelando los ánimos y las convicciones del modo en que ocurre cuando hay que fatigar paso a paso los kilómetros hasta Santiago.

Ya con el sol castigando la espalda fuimos vadeando riachuelos y enfrentando algunos repechos en algunos tramos de camino. Julio nos cuenta de una cena muy formal que compartió con Peter Higgs, el de la partícula de dios, hace poco días en Inglaterra. Me distraigo un momento y cuando vuelvo a prestar atención, Julio relata una discusión con otros colegas más jóvenes en un pub, acerca de los pecados capitales. Tratamos de enumerar los siete, pero sin éxito. Laura señala la mayoría, pero nos falta uno. Julio propone que tratemos de enumerarlos en inglés porque seguro que de ese modo no nos olvidaremos de ninguno. La sugerencia es un tanto desquiciada y, obviamente, no da grandes resultados. Laura insiste en que se trata de la soberbia y eso lleva a Julio a un relato sobre nuestra abuela materna que apuntillaba nuestras travesuras de niños con ‘Ustedes son muy soberbios’. Claro, también remataba muchas veces ‘Ya van a ver cuando hagan el Servicio Militar’, lo que, bien pueden imaginarse,  no causaba un hondo pavor en niños de diez años.



En un prado hermoso, con una vista espectacular de los valles de Navarra todavía envueltos en la niebla, encontré a una coreana. La salude con las palabras rituales 'Buen camino' pero no dio muestras de comprenderme. Le pregunte en inglés cómo estaba, y me respondió algo incomprensible en coreano. Le pregunté si hablaba inglés y me dijo que sí y a continuación, añadió: 'Yo si hablo ingles ¿… y usted?' Eso quiere decir que mi maltrato de la lengua de Shakespeare no lo entiende ni dios, así que me despedí desmoralizado y envidiando a Julio que habla con mucha fluidez inglés, francés e italiano. De hecho, unos centenares de metros más adelante, mi hermano traba conversación con dos jovencísimas alemanas; nos sumamos brevemente con Laura a la conversación y le preguntamos – en inglés – por qué hacen el camino. En esas primeras etapas, esa es una pregunta bastante común, como cuando en un bar o en una discoteca el chico pregunta a la chica si puede invitarla a un trago. Es un rito social sin mayor trascendencia, como para romper el hielo. Más adelante, en etapas posteriores, esa misma pregunta ya carece de relevancia o refleja un cierto grado mayor de intimidad.

Las peregrinas alemanas responden de manera genérica, como si no hubiesen pensando jamás en la respuesta. Nos preguntan a nosotros por nuestros motivos. Dado que veía muy difícil elaborar en la lengua del imperio una explicación de lo de 'Santiago a Santiago', respondo simplemente '¡por culpa de nuestros pecados!'. Las peregrinas nos miran con desconfianza. Ustedes ya me conocen, saben que cuando pronuncio de manera solemne frases solemnes todo el mundo piensa que estoy diciendo una estupidez y no pasa nada; pero estas muchachas no me conocen y ante esa respuesta seguramente piensan que están en frente de los miembros de una secta que secuestra peregrinos o algo así; su actitud abierta y amistosa se transforma y deja lugar a otra en la que la relación entre Jack el Destripador y sus víctimas sería de honda familiaridad si se compara con la manera en que las alemanas se repliegan sobre sí mismas. De hecho, esas muchachas pronto se despiden de nosotros.

Con Laura hemos seguido paso a paso, codo a codo, charlando de todo un poco, incluso cuando la subida al Puerto de Erro, hacía recomendable ahorrar aliento. Casi llegando a los altos del Erro aparece, al costado izquierdo del Camino, una cruz que recuerda a Shingo Shamashita, peregrino japonés que falleció en ese lugar a los 64 años en agosto del 2002. La escena impresiona porque muestra la crudeza del Camino y la fragilidad de nuestras vidas. Como dice Sting,

‘On and on the rain will fall
Like tears from a star, like tears from a star
On and on the rain will say
How fragile we are, how fragile we are’

Finalmente, llegamos a Zubiri, que significa 'Pueblo del Puente'. A la entrada de la ciudad (2.000 habitantes) hay un puente medieval, sobre el río Arga. Un bello ejemplar, llamado Puente de la Rabia, ya que existía la creencia de que si los animales lo cruzaban un par de veces evitaban esa enfermedad. 



En el puente, justo en la misma entrada del pueblo hay una casa de piedra, con flores rojas y azules en los balcones, hermosa, simple y elegante. Además, tiene un cartel mágico: 'Hostal'. Aunque teníamos una reserva en otro alojamiento, decidimos preguntar precios y ver las habitaciones. Lindas, soleadas y nuevas (es decir, refaccionadas). Julio pregunta si tienen lavadora de ropa y Wi-Fi; la respuesta afirmativa lo convence y decidimos quedarnos allí.

Descansamos una hora y salimos a dar una vuelta por el pueblo. El sol de la tarde, un poco después de las 18:00, nos deja encandilados, pero a pesar de las dificultades conseguimos encontrar la iglesia, a la que dejamos de lado para enfilar directo ¡... al bar! Este bar tiene una especie de terraza que invita a la contemplación y la charla pausada; el único problema es que está al lado de un polideportivo y frente a la carretera que va a Francia. Nada bucólico, que digamos. Dos cervezas de medio litro – y dos cocas light para Laura - hacen un trabajo balsámico sobre los peregrinos y, con las fuerzas ya recuperadas, mientras va llegando la noche, vamos al otro bar del pueblo, que es en verdad donde se centra la vida social. Allí Julio reencuentra a otros peregrinos, con los que viene compartiendo camino desde Saint Jean: Juan Carlos, Olga, y otra peregrina americana, con la que mantiene una charla que dura casi hasta que les cierran el albergue a los peregrinos, es decir las diez de la noche.



Cuando se vacía el bar de peregrinos, Laura, Julio y yo, que no tenemos prisas por regresar al hostal, cenamos el 'menú del peregrino'. Nada que celebrar en ese evento y para evitar la melancolía, Julio invita con un vino de Rioja excelente. Para evitar que la sangre se haga agua decía mi amiga Amalia, una veterana del Camino. Luego, Laura va a descansar, Julio escribe sus impresiones del camino y yo veo el partido del Barcelona. Al filo de la medianoche, volvemos despacio hasta el hostal. Mañana será otro día. Rumbo a Pamplona. Salud y buen camino!

22 de Septiembre

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